El Palacio Larrinaga fue ocupado a principios de junio de 1834 por la reina Isabel II (1830-1904) y su corte, convirtiéndose en palacio regio. El lugar había sido recomendado por los médicos de la Casa Real como el más idóneo por su salubridad para acoger de manera apresurada a la familia real, tras haberse declarado la aparición, a comienzos de ese verano, de una epidemia de cólera en Madrid. Permanecieron en la posesión de Carabanchel Alto hasta el 30 de junio antes de su traslado, como todos los veranos, al Real Sitio de La Granja de San Ildefonso.
Isabel II
Isabel II fue Reina de España entre 1833 y 1868, gracias a la derogación del Reglamento de sucesión de 1713 (comúnmente denominado «Ley Sálica») por medio de la Pragmática Sanción de 1830. Esto provocó la insurgencia del infante Carlos María Isidro, tío de Isabel II, quien apoyado por los grupos absolutistas (los denominados «carlistas») ya había intentado proclamarse rey durante la agonía de su hermano Fernando VII.
Durante la minoría de edad de Isabel II, tras la muerte de su padre Fernando VII, reinó bajo la institución de la regencia de su madre primero, María Cristina de Borbón y del general Baldomero Espartero después, abarcando casi 10 años de su reinado, desde el 19 de septiembre 1833 hasta el 23 de julio de 1843, cuando Isabel fue declarada mayor de edad.
Firma del Estatuto Real de 1834
Según el nº 115 de la Gaceta de Madrid (12 de junio de 1834) la promulgación del Estatuto Real se lleva a cabo en la villa de Madrid, residiendo María Cristina en Carabanchel:
“…La Reina Nuestra Señora Doña Isabel II y Su Majestad la Reina Gobernadora se han traslado a Carabanchel (desde el Real Sitio de Aranjuez), en donde siguen sin novedad en su importante salud”.
La Guerra Carlista obligó a María Cristina de Borbón a transformar el régimen para mantenerse en el trono. Este cambio consiste en otorgar poderes a los liberales, con lo cual sucede que la esposa del rey español más absolutista es la que abre el camino del liberalismo.
En 1832 Fernando VII se recupera de una enfermedad y nombra un nuevo gabinete de gobierno liderado por Cea Bermúdez, que gobierna hasta 1834 y lleva a cabo algunas reformas, bastante conservadoras y dirigidas por el rey. Las reformas no son bien recibidas ni por los absolutistas ni por los liberales.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, varias personas cercanas a la reina insinúan la necesidad de unas nuevas Cortes y un nuevo gobierno, aunque luego María Cristina sólo designa un nuevo gobierno a cargo de Francisco Martínez de la Rosa, que encabeza un gobierno liberal moderado que debe crear un marco constitucional aceptable para la Corona. Los progresistas no apoyan a Martínez de la Rosa, al que apodan «Rosita la pastelera». Aunque Martínez de la Rosa pueda parecer conservador, en su momento fue una auténtica revolución, pues la monarquía renuncia al monopolio del poder. El Estatuto Real también es una especie de transacción entre monarquía y liberales para agradecer el apoyo durante la Guerra.
En la práctica el Estatuto Real da a la Corona un gran margen de actuación, pues nombra directamente a muchos diputados en las Cortes y el resto son elegidos sólo por los más ricos. El poder ejecutivo es de la reina y el legislativo es de la reina y las Cortes. Las ilusiones liberales se hunden al ver las escasas concesiones que les da la Corona.
La reina Isabel II también firmó en el Palacio de Larrinaga otros reales Decretos como el del 17 de junio de 1834 por el que nombra próceres del Reino en Cortes, cesa a don José de Imaz como ministro de Hacienda para nombrar a don José María Queipo de Llano conde de Toreno.
Propietarios y origen del Palacio de Larrinaga
El propietario del palacio en 1834 era el financiero Manuel Ramón de Villachica, que lo había comprado en 1826 a los Marqueses de Boadilla del Monte.
El primer propietario del palacio, de los jardines y de la huerta fue Manuel José de Negrete y de la Torre, 2º Conde de Campo Alange, un destacado militar, político y diplomático, y nombrado en 1786 Segundo Gobernador de Madrid. El arquitecto del palacio fue Ramón Durán, discípulo de Ventura Rodríguez. El palacio ya estaba proyectado en 1786, pero su ejecución se interrumpió en 1791 por falta de agua.
En enero 1803 el palacio y la finca son comprados por María Luisa de Parma, reina consorte de España como esposa de Carlos IV, convirtiéndose en Real Posesión durante un breve período de tiempo, ya que en diciembre del mismo año los donó al primer ministro de Estado Manuel de Godoy. El palacio se ha denominado desde entonces «Palacio de Godoy», olvidando a sus anteriores propietarios.
La Condensa de Chinchón, mujer de Godoy, y su hija Carlota Luisa residieron en el palacio, mientras que Godoy residía en Aranjuez y en El Escorial. Tras el célebre Motín de Aranjuez de 1808, Godoy es encarcelado y luego exiliado a Roma. La finca pasa a manos de Carlota Luisa que la arrenda a Francisco Garrido y a Juan Andrés en 1822. En marzo de 1826 la vende finalmente a Villachica, un joven y acaudalado comerciante.
Villachica inició inmediatamente la reparación de la quinta y le devolvió su esplendor. En 1838 la traspasa a José de Fontagud-Gargollo, banquero y Consejero Honorario del extinguido Supremo de Hacienda. En 1843 Pascual Madoz describió la finca «poblada de árboles frutales, olivas y parras», con «un criadero de pavos reales y faisanes, que esparcidos por la posesión contribuyen a dar realce a su belleza; dos palomares con inmenso número de palomas, un mirador, desde el cual se descubren largas distancias», y la casa principal como «cómoda y hermosa».
A partir de 1847 el dueño del palacio es el banquero y promotor José de Salamanca. El Marqués de Salamanca lo visitaría desde su vecina posesión de Vista Alegre. En torno a 1869 la vende al financiero Manuel Matheu y de este pasa a Mariano de Larrinaga, acaudalado personaje que realizó importantes mejoras en el palacio y en los jardines, construyó un invernadero y revistió el edificio de la noria a modo de castillo almenado de ladrillo. Las obras las continuó su viuda Margarita de Legarda, también propietaria de la finca de «Las Cambrijas» (como la actual calle), también llamada Ventorro de la Rubia. A su muerte en 1918 la finca es heredada por su hija María del Consuelo de Larrinaga quien se casó con el Conde de Casa Puente.
En 1941 la finca es comprada por la Compañía de María, «los Marianistas», que se fijó en ella tras la Guerra Civil debido a que el palacio fue construido durante la vida de su fundador el Padre Chaminade. La reforma para adoptarla a la enseñanza la realiza el arquitecto Luis Moya Blanco. Se respeta el exterior del palacio pero se reforma su interior, y se añaden dos torres a los lados de la fachada principal y un ala hacia el sur.
Actualmente el palacio de Larrinaga continúa como edificio dedicado a la enseñanza por los Marianistas, formando parte del actual colegio Amorós.
Más fotos del Palacio Larrinaga aquí y vista esférica aquí.
Artículo de Rafael López Izquierdo sobre la residencia de la reina regente María Cristina y su hija Isabel II en junio de 1834 (cedido por Ismael Escobar Rodríguez):