SIGLO XVIII

Durante el siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX, los Carabancheles se convierten en una zona de veraneo para la aristocracia y alta burguesía de Madrid, que tenían allí sus casas y palacios, muchos de los cuales todavía se conservan.

Así, a lo largo del siglo XVIII empiezan a surgir gradualmente residencias estivales en forma de posesiones, casas-jardín o palacetes, erigidas por nobles o burgueses que seguían la tradición ya famosa del buen aire y del excelente agua de la zona, con la ventaja adicional de estar en un lugar con vistas privilegiadas sobre la Corte, buenas comunicaciones a través del camino de Fuenlabrada (actual calle General Ricardos) y la comodidad de disfrutar de la vida campestre a un paso de su lugar de negocios, lo que les permitía seguir atendiendo sus obligaciones sin interrumpir su retiro veraniego.

La Congregación de la Virgen del Carmen, de Carabanchel, ubicada desde el inicio en la iglesia de San Sebastián Mártir nació en 1715. No obstante, el fervor Mariano del pueblo de Carabanchel siempre ha existido y ha tenido diferentes advocaciones como «Virgen de la Magdalena» o «Nuestra Señora de la Antigua».

La segunda ermita de San Isidro fue reconstruida en el año 1725, bajo la vigilancia del Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero, en época de Felipe V.

File:La ermita de San Isidro.jpg

Es un sencillo templo, de luminosidad interior, con planta de salón, nave única de tres tramos cubierta por bóvedas de cañón sobre arcos fajones con lunetas laterales, coro y pórtico a los pies, altar bajo retablo con calle central y dos laterales sostenidos por grandes columnas salomónicas y una sobria cúpula de media naranja dispuesta sobre pechinas y soportada por pilastras con capiteles tos años; de escasa esbeltez al carecer de tambor y formalización externa octogonal, está provista de linterna y cubierta con pizarra. El exterior de la ermita es simple y elegante y muestra, sobre el atrio, una fachada a modo de espadaña-campanario rematada con frontón triangular.

En el libro de Tomás López, titulado Geografía Histórica de España, de 1788, se habla del término municipal de Carabanchel Alto como rico en campos de trigo, cebada, centeno, algarrobas, almortas, guisantes, garbanzos, habas y melones, fruto este último de calidad muy apreciada en los mercados de la capital, donde se acudía a venderlo, especialmente por septiembre en la romería de la Virgen del Puerto, a orillas del río Manzanares y en el camino de Extremadura (actual Paseo de Extremadura). En la plaza del pueblo había una fuente de dos caños inmensos que manaban un caudal del agua abundante, aunque no era apta para el consumo humano. Además, en Carabanchel Alto, en el año 1788, había dos fábricas de bolas de sebo, una de jabón y otra de licores, todas ellas regentadas por franceses.

Por otro lado, en el propio libro «Geografía histórica de España» se citan algunas de las fincas importantes: en Carabanchel Alto, como la del Conde de Miranda y la de Pedro Navarro; y en Carabanchel Bajo, como la del Marqués de Mortara y la de la Marquesa de Villena, que tenía casa con jardín y lavadero dentro el pueblo.

En ambos casos era fundamental para el asentamiento de estas fincas la abundancia de agua, y como pasará en otros pueblos aledaños a Madrid, las clases más pudientes compraban las tierras para hacer sus quintas de recreo, siendo en un principio la nobleza, pero comenzando el siglo XIX será también la burguesía, una nueva clase social incipiente, la que comenzará a adquirir tierras.

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